sábado, 18 de abril de 2009

Para sibaritas: una receta de buena cocina


Cena para dos


Viviana Taylor



En primer lugar, buscá un muchacho más joven. Entre 10 y 15 años es lo que yo recomiendo. Tienen más apetito, después de comer siguen siendo atléticos, y seguramente nunca habrán probado un plato como éste: no es de los que les prepararía su madre, y no deben haber tenido muchas oportunidades de estar con una mujer que haya superado la etapa de las hamburguesas y las pre pizzas.
Luego, un pollo de no menos de dos kilos y medio: buenas patas, buena pechuga. A esta altura de nuestras vidas ya sabemos que el tamaño sí es importante: no hay nada como una buena porción de carne sobre los huesos.
Trozálo en porciones, retirá el exceso de piel y toda la grasa, ponélo a macerar en la heladera con jugo de limón, laurel y romero. Esto es muy importante que lo hagas antes de que llegue el joven caballero (no es de las situaciones en las que te gustaría que vea tus movimientos).
Bañáte y perfumáte con discreción. Recordá que el perfume se coloca cerca de los lugares donde esperás ser besada. Marcará sutilmente el camino que deseás que recorra sin que provoque ni a uno ni a otro molestas irritaciones. Aprovechá para estrenarte ese conjunto interior negro bordado que tenés reservado para ocasiones especiales: lo más probable es que no lo note, pero mantendrá tu autoestima tan alta como para sentirte y comportarte como una diosa en celo.
Cuando llegue el galán, invitálo a cocinar juntos. Pedíle que pele dos manzanas rojas y dos verdes. Quizás desperdicie mucho al desechar la cáscara, pero te dará la oportunidad de pellizcarle los glúteos y rozarle los muslos mientras trabaja. Meter las manos por debajo de la camisa y acariciar su torso también es una buena alternativa. Si te queda tiempo, pelá dos bananas grandes y abrí una lata de duraznos en almíbar.
Llená una copa de buen vino blanco. Compártanla.
En una asadera distribuí las manzanas cortadas en mitades y sin semillas, y las bananas. Condimentálas con un suspiro de pimienta y rociálas con miel líquida. La canela, si te gusta, le dará el toque de exotismo justo. En una rejilla acomodá las presas de pollo, salpimentálas y rociá con miel. Mandá todo a horno precalentado, y cocínalo a fuego medio hasta que el pollo esté a punto. Es muy importante que coloques la rejilla del pollo sobre la asadera, para que sus jugos destilen sobre la fruta. Cuando el pollo esté bien cocido, agregá los duraznos en almíbar al resto de la fruta, y subí la temperatura del horno. Cociná hasta que la piel del pollo esté dorada y crujiente.
Mientras esperan, terminen la copa de vino e invitálo a poner la música que prefiera. Si elige boleros o blues, podés dar por terminada la entrada. Ya están listos para el primer plato.
Serví en cada plato un trozo de pollo con una porción generosa de frutas. Como vos, se come caliente y regado con buen vino. Tené la precaución de que sea el suficiente como para desatar las pasiones, pero no tanto como para dormir los sentidos. No olvidés calcular el que tomaron antes.
Al terminar con este plato, seguramente ya estarás lista para el postre. Quizás tu compañero aún requiera de un plato fuerte. No te preocupés, recordá que la oralidad es mucho más que palabras dulces y manjares suculentos. Dále una demostración de tus mejores habilidades. Para él habrá sido el centro de la cena, y vos ya estarás en tu punto caramelo.
Ahora sí, ofrecéle postre. Vos, por supuesto.